La silla Tiffany puede considerarse como el asiento de los reyes para los grandes eventos. Pues la misma llenó los salones de los monarcas de los años 1800, pero también los de la alta sociedad de la época.
La historia cuenta que en 1807, el marqués Stefano Rivarola regresó de París con unas sillas que le habían atraído por completo, debido a su refinamiento y elegancia. Se cree que se trataba del asiento estilo Napoleón, y que llevó al taller del artesano Giuseppe Gaetano Descalzi, quien la rediseñó, mejorándola aún más. El ¨diseñador¨ mobiliario tenía domicilio en la comuna italiana de Chiavari, que le dio el segundo nombre a la silla Tiffany.
A partir del nacimiento de la silla Tiffany, el modesto taller de Giuseppe fue conocido como lugar de ¨peregrinación¨, ya que el mueble había despertado el interés de muchos y se interesaron en observar cómo se fabricaba este elegante modelo, capaz de enamorar hasta los reyes. El lugar cobró tanta importancia, que fue visitado por dos reyes, luego de que Francisco I hiciera un pedido de más de 100 unidades, tras lo cual en la puerta del taller fue colgado el estuco real.
Tras la revolución industrial el proceso de fabricación del modelo Tiffany dejó de ser completamente artesanal, siendo hasta hoy un producto elaborado por grandes volúmenes. Actualmente, se fabrica en moblock (es decir de una sola pieza), pero también existen adaptaciones en resina, en principio hecha con saque y paja, contándose hoy también con resina de alta calidad. Otras materia primas usada para la elaboración de este modelo, son la madera y el polipropileno.
Sin importar el material, la silla Tiffany o Chiavary es una pieza completamente atemporal, que ha perdurado en el tiempo y hasta nuestros días, siendo el asiento por excelencia para crear ambientes únicos.